sábado, 9 de abril de 2016

Tardes difuminadas.


Pero también están las tardes grises. Sí. No intentemos pintar el mundo de colores bonitos. No. Hay que ser sinceros. Hay días en los que el ánimo parece haberse escurrido mientras dormías, y al despertar no tienes ganas de hacer absolutamente nada. Es más como una sensación de extrañeza total con el mundo. Es una sensación tras la cual todas las actividades que cada día realizabas con normalidad, de pronto parecen absurdas y sin sentido. Y te desesperas, obviamente, te irritas también. Incluso te sientes un poco estúpido. Además te empiezas a preguntar si alguna vez podrás volver a tu estado de ánimo normal. Dudas de si pueda ser solo una sensación pasajera o si se quedará contigo para siempre. Entonces el aburrimiento deja de ser tal, y pasa a convertirse en temor, temor a la fragilidad. Lo bueno de todo esto -porque tampoco todo tiene ser malo-, es que una mañana al despertar, esa sensación de extrañeza se habrá ido. Así, tal cual como llegó, sin avisar. Lo cual hará que te sientas dichoso, revitalizado y muy alegre. Por lo cual con el paso del tiempo incluso te llegues a olvidar de lo frágil que eres. Lo cual, yo después de todo, considero que está muy bien, porque la fragilidad es parte fundamental de la vida. Sin ella, muchas cosas no serían posibles. Pero también si se le diera mucha importancia, pues todo sería muy aburrido. ¿No?

♪♫ [Hero - Family of the year]

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